POR Victor Suarez
Cuando a principio de la década de los setenta vine a la capital, con mi  escarcela cargado de sueños, a mitad del  bachillerato, una guitarra a  cuesta como mi única arma y con apena diez y seis años de edad, fui al  refugio de los que queríamos cambiarle la cara al mundo, o, por lo menos  al país.
Esto era el movimiento cultural donde convergían todas  la fuentes culturales del país, claro con las infiltraciones políticas  de todos las corrientes de entonces.
ASOCLUDISNA era la cabeza del movimiento cultural,  debatíamos de poesía desde  Machado a Pedro Mir.
La canción de Víctor Jara, Serrat, y Silvio el más cantado entre todos.
Comenzaban  entonces las discusiones férreas, debatiendo si la cultura debía ser  popular o nacional, cosa que casi nunca entendí, porque mi conciencia me  decía que eso no desembocaría a ninguna parte y el tiempo me ha dado la  razón, la discusión jamás debió ser esa.
Fui miembro del club  hermanos delignes en el ensanche Espaillat, por consiguiente miembro del  colectivo músico cultural del club.
Estuvimos en todos y cada uno de los clubes del país tratando de hacer conciencia política y cultural.
Luego dentro de la sanguinaria represión de los doce años del Balaguerato, gente que se creyó dueños absolutos del país
Cayó  Orlando Martínez, un muchacho del pueblo, un hombre de conciencia. Ese  acontecimiento me marcó, me hizo cambiar y me uní al colectivo musical  del partido comunista dominicano, en el cual militaba Orlando, aunque  nunca fui miembro inscrito en el partido, quería hacer mis aportes desde  la canción, que era el único canal por cual podía hacer mi denuncia de  las necesidades en que vivía  igual que hoy este pueblo.
El  colectivo siempre recibía la orientación cultural, en gran parte, por  la hoy importante miembro del partido de la liberación dominicana Minu  Mirabal y Narciso Isa Conde.
Cuando Minu se fue al partido de la  liberación dominicana, el partido comunista dominicano estaba pasando  por momentos difíciles políticamente hablando.
Otra vez en la  izquierda comenzaban las discusiones estériles y el divisionismo, que si  este es revisionista, que si aquel, maoísta, que si marxista, que  castrista y un sin numero más de calificativos que sólo nos llevaron a  divisiones y el país a la deriva.
Demasiado hambre cerebral y  espiritual para emularnos por la patria, demasiado miedo a la muerte,  por eso cuando Caamaño desembarcó lo dejamos solo, por miedo, y por lo  divisionistas que somos los dominicanos, sensibles a la criticas,  intolerantes y siempre nos creemos capaces, para formar nuestra propia  organización para no comerle mierda a nadie y entonces con actitudes  como estas, siempre hemos sido cada ves más débiles en todo lo que como  grupo nos proponemos hacer.
Y esto pasa en todos los  grupos  que formamos, dividirnos, desde un simple combo, hasta un  partido político que se supone, debe ser sagrado, por que, el germen que  trae un partido, es el de servirle a la patria, pero los dirigentes mal  interpretan esto, y primero están sus fantasías personales y ellos  están por encima de las misma instituciones que ellos mismos forman.
En  los ochenta pasé a ser miembro del Salvador Allende en la parte norte  de la capital, y era un orgullo ser circulista, vender el periódico,  ponernos la boina, ir a los mítines al play con nuestras banderas  moradas y escuchar allí con nuestro niños aun pequeños los extensos  discursos, de los miembros del comité central del partido y terminar con  la grandiosa e histórica frase de servir al partido para servir al  pueblo.
Y otra vez descuidé la familia por que había que  servirle al partido, guitarra al hombro de pueblo en pueblo a nombre  del partido de la liberación dominicana.
Y hoy los que nunca vi son los que beben el sagrado maná, que ofrece el poder.
Los días eran románticos, políticamente hablando, se luchaba sin esperar nada a cambio.
Por  estas razones sentimentales, vinieron otros con el dinero como armas, y  secuestraron el partido, la lucha revolucionaria, echaron los ideales a  un lado y se instalaron en el poder para hacerse millonarios, para que  ese movimiento revolucionario volviera a cero.
Hoy sentimos que  nuestra generación fracasó, total y absolutamente, los jóvenes  compañeros, fueron vilmente asesinados, todo el adelanto político,  cultural, revolucionario que pudimos haber logrado, fue pisoteado y hoy  años después sólo nos queda el resentimiento de ver a los que siempre  fueron los enemigos, los que con sus látigos laceraron nuestras  espaldas, chupándose el néctar de nuestra lucha, como si ellos  estuvieron en la parte del peligro absoluto en el que vivimos nosotros.
Los  mismos que combatimos, son a quienes seguimos amamantando, mientras los  verdaderos luchadores, los que se expusieron a la muerte, han de hacer  huelgas para que le paguen una miserable pensión.
Aun soy de los  que cree, que la lucha deben ser menos hablar y más hacer, porque al fin  y al acabo el tiempo pasa y la muerte esta de nuestro lado, porque este  afán perentorio de querer servirle a los demás nos hace llevar una vida  miserable.

 
 
 
 

 
 
 
 


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